octubre 20, 2013

Película del día...

To The Wonder - Terrence Malick , 2012

¿Qué es este amor que nos ama, que viene de ninguna parte?

De que cosa habla "To The Wonder" es una pregunta que hostiguerá muchos espectadores, y por muchos ya ha sido intercambiado por obtuso hermetismo. Como si Terrence Malick adorára no hacerse entender - si no él, sus obras, por otra parte, burlarse de lo que no se entiende es, sin lugar a dudas, el camino más fácil y apresurado... En cambio hay mucho por donde aferrar inspeccionando las inquietantes reflexiones de esta última obra del cineasta tejano. El compromiso implícito es el de ensuciarse las manos, removiendo un terreno aparentemente árido y poco prometedor. Este es el tipo de solicitación que pretende "To The Wonder". Porque para llegar a rozar la maravilla que alude el título, uno tiene que entregarse por completo a una serie de eventos inconexos, imágenes que no poseen ninguna pretensión en ser encerredas al interior de contexto único, definitivo e inequívoco.

Alejado en el sostener, como algunos piensan, que Malick nos trate con irritante y mal disimulada suficiencia, estoy plenamente convencido que, por el contrario, nutra una estimación enorme hacia el espectador. El suyo no es un cine servicial, para nada. No cubre de adulación quién lo mira por el simple hecho de haberle dado la "confianza" de una visión. Todos, por ejemplo, nos hemos preguntado durante meses (si no años, dado que el anuncio de "To The Wonder" tiene origen a principios de 2010), de qué podría tratar esta película. Pregunta pretenciosa, si nos ponemos a pensar hacia quien va dirigida. Pero por lo menos entender las intenciones del cineasta, y en relación a cuales dinámicas consigue desplazarse. Pero no hay nada que hacer; hasta su llegada en las salas nos ha sido negado incluso esto. Entonces intentaré, siempre con extrema cautela, tratar de contaros mi punto de vista. "To The Wonder" como toda la  filmografía de su director habla de amor, declinado esta vez según aquellas que - sintetizando brutalmente - podríamos definir las reglas del cine sentimental. Neil (Ben Affleck), escritor fracasado, conoce en París a Marina (Olga Kurylenko), joven de origen ruso y madre de una niña de diez años. Entre los dos nace una bella historia de amor que les llevará a viajar y a conocer aquella maravilla que es Mont Saint-Michel. A un cierto punto, Neil siente la necesidad de volver a los Estados Unidos, los tres se trasladan a un pequeño pueblo de Oklahoma, donde el idilio termina, algo falta en su relación, él no la ama lo suficiente, ella lo ama demasiado: el visado expira y Marina y su hija deben regresar a París. Mientras tanton Neil, deviene técnico especialista en contaminación ambiental, reencuentra un vieja amiga de su hermana, Jane (Rachel McAdams), y estalla una nueva pasión, incluso en este caso, después de un periodo idílico, el amor se adormece y todo termina. Marina, regresa a América, busca consuelo en las palabras de un sacerdote español, Padre Quintana (Javier Bardem), que a su vez se encuentra en crisis con su propia fe.

Como es sabido, las películas de Malick no deben ser contadas... hay que vivirlas. Nos damos cuenta leyendo la sinopsis: al parecer no es más que un  clásico drama romántico, no desprovisto de intensidad tal vez, pero absolutamente en línea con el género. Lo que revuelve literalmente las premisas narrativas, de lo que acabo de mencionar, es más bien el toque de Malick. La mano de un artista que maneja este medio de forma única, incomparable. He aquí que el drama de una pareja, una pareja corriente, se transforma en la tragedia universal del hombre. De cada hombre o mujer, sin fronteras trascendentales. Dentro de un escenario muy marcado en términos de colocación temporal, no obstante, dado que los acontecimientos están claramente circunscritos en la actualidad. Por consiguiente el período es más que un pretexto, un marco, si se desea. Lo que interesa a Malick es lo intemporal, lo eterno. Ninguno de sus personajes es simplemente un personaje. Es realmente fácil hacerse engañar por la considerable limitación de los diálogos, equivocando el peso específico en el ámbito de todo el palco de la narración. Las máscaras que orbitan alrededor de las historias de Malick nunca son contorno. Imposible imaginar cualquiera de sus películas sin ni siquiera una de ellas. No menos importante es "To The Wonder". Detrás de la aparente enigmaticidad de sus obras, Malick nos muestra por lo que cada uno de nosotros es. Este último esfuerzo hace eje sobre la incertidumbre, compartida porque atávica. Incertidumbre por delante de cada objetividad percibida por el alma humana. No importa dónde ni cuándo, por que cualquier persona puede y debe identificarse con estos personajes. Por lo menos limitadamente a una de sus peculiaridades.

Me detengo sobre un aspecto de la película. En "To The Wonder", como ya mencionado, los diálogos son reducidos al mínimo. La trama avanza a través de pensamientos, palabras, pronunciadas como si nadie fuera a escucharlas. Como impregnadas con tinta sobre hojas de papel,  para después ser quemadas inmediatamente. Y no obtastante, son incluso cuatro los idiomas hablados: inglés, francés, español e italiano. Esto confirma que el lenguaje verbal no es más que una convención, algo que necesitamos para facilitárnos las cosas. Pero Malick tiene en la mano una herramienta potente, gracias a la cual puede prescindir de estas útiles facilitaciones. Esta herramienta es la cámara. O mejor dicho, el cine. Todo lo que se pone a disposición de este instrumento ayuda a construir un discurso que puede prescindir de la palabra. Algunos movimientos de cámara, algunos recortes de edición. Malick altera el ritmo diegético mezclándolo, revocándolo, masticándolo y después escupiéndolo bajo forma de una criatura indescriptible. Una criatura cuyo olor entra en la piel, cambiándonos de alguna manera, aunque sea por un corto tiempo. No a todos es requerido experimentar esta influencia. De aquí las perplejidades, los malos entendidos y hasta las recriminaciones de aquellos que al máximo consigan aburrirse. Siempre y cuando logren llegar hasta el final.

"To The Wonder" es también una obra que se centra tanto en el concepto de pérdida. Por que todos, a lo largo del camino , perdemos algo : un ser querido, un sueño, incluso a nosotros mismos. "Tú me has devuelto la vida", susurra Marina al inicio de la película , dirigiendose a Neil . Tremenda afirmación, que desencadena mecanismos sobre los cuales podemos apenas asomarnos. Por que la renovada vida de la tierna Marina trae consigo dos nuevos amores : uno para Neil y otro para el amor mismo . Está tan enamorada la joven de tener un solo deseo : ser esposa. Pero es aquí que se insinúa la paradoja. Neil no tiene la intención de casarse, generando una situación angustiante, aquello que sólo el amor puede comportar. "Si realmente le quiero, debería ser suficiente estar cerca de él , sin pretender el matrimonio", reflexiona Marina . Pero esto de extrapolar frases, me doy cuenta, tiende a trivializar la importancia. Palabras que en manos de otros nos paracerían cursis, carentes de cualquier mordiente, salidas de la desbordante pluma de Malick asumen una textura diferente. Porque, como siempre, perno y epicentro es aquello que vemos. Tal es así la influencia visual de "To The Wonder", que la fascinación emanada por las imágenes nos confunden, desviando la atención de todo lo demás. He mencionado los movimientos de cámara. Pero aquello sólo se refiere a las personas sobre las cuales Malick centra su atención. Regresa aquí prepotentemente el dualismo entre Naturaleza y Gracia. El hombre, en cuanto dotado de espíritu y por lo tanto capaz de recibir la Gracia, es un ser en constante evolución; aquí transpuesto en movimiento, para ser preciso. A la naturaleza, en cambio, no pertenece en absoluto tal dimensión, porque esencialmente inmóvil, inmutable. De aquí derivan los numerosos y sugestivos planos fijos de los cuales "To The Wonder" está lleno.

Contrariamente a las impresiones que circulan por este mundo bloguero, estoy convencido de que esta nueva película de Malick es una obra completa , me atrevo a decir total. Al igual que en "The Tree Of Life", el cinesta de Waco nos ofrece una visión radical sobre la universalidad. En ella encontramos, por ejemplo, el amor profano de dos jóvenes que se aman, pero que no son capaces de vivir juntos, así como el amor sagrado de un sacerdote que está atravesando la así llamada sombra de la fe. Todos tan maravillosamente frágiles, y sin embargo, tan extraordariamente capaces de derrocar cada cosa. Hombres y mujeres no fuertes en sentido estricto, pero dotados de una fuerza indescriptible que les une. Cada uno con su propio recorrido, con sus propias dudas. Y si el propio desarrollo resulta "incoherente", es decir que son auténticos, vivos. ¿Cómo reaccionar ante el derrumbamiento de la fe, del amor o de cualquier otra certeza que se demuestra ficticia?.Y esto es lo que necesitan madurar las ánimas de las cuales nos muestran opacadamente las vidas, es decir, la persistente capacidad de saber ponerse en discución. A partir de la alteración de un shock, descubriendo que ninguno de nosotros está hecho para permanecer como somos. Es  entonces que las supuestas certezas no son más que enormes obstáculos, de evitar, de luchar.

La coincidencia del discurso amor/ fe también puede disolver las dudas sobre la supuesta índole reaccionaria de la religiosidad en Malick: el conocimiento desesperante de la percepción de no tener fe, es el mismo que el de no saber amar. El analfabetismo emocional que denunciaban las obras burguesas de Ingmar Bergman ("Scenes From a Marriage", in primis) alcanza la saturación, ya que los protagonistas de "To The Wonder" sólo pueden aceptar la presencia - en ausencia - del amor como la única fuerza motriz de la vida, un polo de atracción que rozan, pero del cual no consiguen ser arrollados. Al menos no siempre, no simultáneamente. El sustrato filosófico de las películas de Terry Malick es pesimista de manera conmovedora, ya que persevera en el pregar por una humanidad a la deriva, que sólo puede llegar a compromisos con la realidad para sobrevivir. Este último trabajo de Malick me gusta considerarlo como una precuela de "The Tree Of Life", esta última comienza exactamente donde "To The Wonder" termina. En la primera la celebración de la Gracia en la Creación, en oposición a la naturaleza, salvaje, a veces indomable. En la segunda la búsqueda radical de esa gracia, temida, negada, pero cuya llegada está constantemente en proximidad.

Terrence Malick a partir de su sensacional regreso al cine con "The Thin Red Line", después de veinte años de silencio, ha potenciado un estilo del que ya era único propietario e iniciado una investigación sobre el lenguaje cinematográfico que ha tocado con "The Tree Of Life" su cenit. Ahora ya se puede decir que: Malick ha acuñado un lenguaje suyo, personal, en el que la sala de montaje ocupa una posición de honor en la gestión del proyecto. El autor estadounidense es uno de los pocos en el mundo que tiene el coraje de alterar varias veces su propio trabajo, empezando a rodar por intuición, por una idea y modelándola de acuerdo a los resultados y a las implicaciones del momento. Hablo de un director que tiene los atributos de cortar no secuencias simples, sino horas y horas de material rodado y por consiguiente de eliminar incluso personajes: lo deben recordar muy bien Christian Bale por "The Thin Red Line", Christopher Plummer por "The New World" y ahora lo recordarán Rachel Weisz, Michael Sheen, Barry Pepper, Amanda Peet  y Jessica Chastain. Para tomar ciertas decisiones se necesita tener (como apenas escrito) los atributos, la autoridad y el conocimiento de los verdaderos propósito de la obra que se está realizando, además de tener una mano libre en el corte final.

El montaje del mismo equipo que había realizado "The Tree of Life" (AJ Edwards Keith, Fraase Shane Hazen, Christopher Roldán, Mark Yoshikawa ) se ha centrado menos en el trabajo connotativo para comprometerse en analogías que rompen la dimensión espacio-temporal para hundirse en el "stream of consciousness" (flujo de conciencia) de los protagonistas. Radicalizando las opciones de estilo que ya se habían visto en "The New World", Malick utiliza el corazón del lenguaje cinematográfico para crear una máquina de sinestesias, analogías y metáforas : una poesía desconectada de la narrativa tradicional. La fotografía del grandísimo Emmanuel Lubezki es capaz de capturar cromatismos y componer imágenes de inefable esplendor, ya que aquí reside el poder del cine malickiano, el de dar cuerpo a las emociones humanas. Como ocurre en el apasionante íncipit (la crónica del enamoramiento), filmado en las orillas del Mont Saint- Michel, lugar mágico exaltado gracias a la elección de una vibrante banda sonora, en gran parte no original ( podemos apreciar a Berlioz, Wagner, Respighi, Tchaikovsky, Gorecki y Haydin) compuesta por Hanan Townshend.
Tal vez sólo David Lynch en los últimos veinticinco años, ha logrado construir un mundo audiovisual tan denso y original en el conformismo del cine americano. Al igual que él, Malick sigue un camino que sabe de recorrer en soledad : una la luz le abre paso. Esperemos que nunca se apague.

Valoración : 8.5  / 10


En dos palabras : Menos conciliador respecto al concepto que se esconde detrás de "The Tree of Life", "To The Wonder" es un apasionante retrato, conmovedor, doloroso, e intensamente trágico. Una fuerte impronta teatral, a momentos deliberadamente exasperado y exasperante en lo que muestra y en lo que aplaza. Una mirada angustiante de la codicia de amor inherente al corazón humano. Aunque cuando no lo entendemos, no lo sentimos o simplemente creemos que no lo meritamos, no hacemos otra cosa que inclinarnos hacia él...

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