junio 08, 2013

Película del día...

Only God Forgives - Nicolas Winding Refn , 2013


"La vida no es sino una sombra pasajera, un pobre actor que se contonea y consume su hora en la escena, y luego no se le escucha más. Es un cuento contado por un idiota, lleno de sonidos y furia, y que nada significa."
                                       
(Macbeth. Acto V, escena V.)

Es un cine lleno de esencias el de Nicolas Winding Refn que, desde sus comienzos low budget, se ha siempre puesto como principal, sino único, objetivo la restituición de un particular universo perceptual a través de las imágenes en movimiento. Consciente de no ser el único a realizar películas dirigidas hacia un tipo de acción directa sobre el inconsciente (Lynch enseña), el director danés ha puesto en marcha un proceso de auto-análisis y de investigación que le ha llevado (primero como espectador, después como joven cineasta, y por último como verdadero autor), a definir más o menos conscientemente una base expresiva bastante personal, un punto de equilibrio entre el amplio conocimiento de cinéfilo y un fuerte temperamento como director. "Only God Forgives" es la piedra angular de su cine, un compendio de figuras, motivos estilísticos, imágenes y arquetipos que, aparentemente separados por un diseño preciso, se persiguen y se chocan en el corto lapso de noventa minutos.

Julian (Ryan Gosling desde este momento "alma gemela" de Winding Refn) dirige un club de Thai-boxing en Bangkok, en realidad se trata de una simple tapadera para el tráfico de drogas. Pero este no es el punto. Un día su hermano Billy (Tom Burke), movido por una locura inexplicable, violenta y mata a golpes a una joven prostituta, las autoridades recurren a un siniestro agente retirado, Chang (Vithaya Pansringarm), que labora en base a una idea de justicia bastante personal: para Billy el castigo es la muerte asegurada. A recuperar el cuerpo y a reclamar venganza es Crystal (Kristin Scott Thomas), la madre de Julian y Billy, y cabeza de la organización criminal de familia... He evocado un término clave de la última obra de Winding Refn, es decir castigo. En la superficie "Only God Forgives" podría parecer la enésima película "venganza-céntrica", pero se trataría de una interpretación un poco errada. Está claro que la frontera entre los dos términos, "venganza"y "castigo", sea decididamente lábil : en cualquier caso se trata de restablecer un orden. La sutil pero fundamental diferencia es que la venganza apunta hacia una orden interna, por lo general satisfactoria para el individuo o el grupo impulsado por la mera voluntad de devolver al culpable el agravio sufrido de forma análoga. El castigo, en cambio... bueno, resulta evidente que aquí nos encontramos dentro de una dimensión completamente diferente y las explicaiones no son necesarias.

Con el sutil pretexto de revenge movie, "Only God Forgives" avanza hermética, evolucionandose en infernales laberintos de volúmenes, de lleno y vacío, de luces y de sombras. Una vez más, un cine de cuerpos: el cuerpo de una macbethiana, oxigenada y sensacional Kristin Scott Thomas, madre pérfida e incestuosa que obliga a su hijo a ensuciarse las manos con sangre, primero perpetrando una venganza injusta y despues reemergiendolo en el deseado vientre materno, el cuerpo del verdugo Vithaya Pansringarm única figura inicialmente iluminada por tenues destellos de heroísmo, destinados a apagarse con las atrocidades de las torturas, y por último el cuerpo de Ryan Gosling que, de anti-héroe enamorado y sin nombre en "Drive", se presta a una decadencia progresiva, convirtiéndose en un Edipo débil e impotente que se mueve, robótico, en los oscuros pasillos y en los espacios rutilantes de su propia mente. Gracias a la reunificación artística con Winding Refn, el actor canadiense nos regala nuevamente una interpretación indeleble, y al clásico mix "bello y maldito", añade a su protagonista la huella única y visionaria de un personaje aún más desmesurado. Su Julian es otro personaje mudo, reducido casi a una presencia sombría, perteneciente a la ya monstruosa y deforme galería refniana junto a Kim Bodnia, Zlatko Burić, John TurturroMads Mikkelsen y Tom Hardy, otros cuerpos esclavos de incontrolables instintos emocionales e irremediablemente violentos.

En "Only God Forgives" Winding Refn reafirma su creencia en la profundidad de campo con continuos desfondamientos de perspectiva que, abren, mejor dicho desgarran, el espacio finito, en el intento de mostrar lo que está detrás de lo visible. Y a sacudir, más que las pocas, brutales (y nunca gratuitamente sublimadas) secuencias de violencia frontal, es propio el increíble control con el que el director maneja un compuesto practicamente sin forma, poniéndolo en diálogo constante con la música hipnótica de Cliff Martinez ( basta ver la extremadamente tensa pausa del karaoke club que sincopa el flujo de las imágenes, produciendo sentido e incluso ratificando toda la obra). Pero detrás de este condensado de leitmotiv parece haber algo más. En la continuación de un recorrido complejo que atraviesa todas sus obras anteriores,  Winding Refn utiliza contextos elementales para razonar sobre el lenguaje visual, sobre la propia idea de cine, sin necesidad de codificar ulteriores mensajes (ya sean éticos o narrativos). Más que jocoso metacine, es una abstracta y problemática operación de mise en abyme: la inmersión en un abismo de anti-naturalismo exasperado que marca el plano de ficción, separandolo de cualquier forma de realidad, para mostrar con claridad su naturaleza falsa, artificial. Por otra parte el Winding Refn cinéfilo no es seguramente una novedad, y aquí no deja de homenajear en particular manera al surrealismo de inspiración buñueliana que ha hecho de escuela a muchos. Homenaje que desemboca en la desenfrenada cita, cuando asistimos al truculento corte de un ojo, vivida alusión a la película "Un Chien Andalou". "Imitación" a parte, cada cosa en "Only God Forgives" está empapada por un aura metafísica difícilmente describible, expresión de un maravilloso equilibrio entre la dirección y el montaje. Una cuidadosa y rigurosa parsimonia que, en la economía de ese resultado final que es que la película, va todo en beneficio de una premisa marcadamente existencialista.

Y es aquí donde el paso es realmente definitivo, en las modalidades dramatúrgicamente "obscenas" : con la cesación de aquel mágico y a momentos irreal equilibrio de "Drive", del mood irónico y paroxístico de "Bronson" o de la andadura épica y ancestral de "Valhalla Rising ", "Only God Forgives" rompe los velos de la alegoría narrativa, eliminando cada elemento superestructural, para dejar "desnudos" los mecanismos anidados en la percepción de la experiencia cinematográfica, en un diálogo cerrado entre director y espectador que involucra ojos, mente y corazón; es un salto valiente que transforma un texto narrativamente esencial en una compleja y audaz obra de vanguardia. Vista en esta perspectiva, la película de Winding Refn se agranda considerablemente: no es - como muchos han argumentado - un trabajo de estéril superfetación con el fin de demostrar, a través de la acumulación de secuencias magistralmente orquestadas, el (ahora consolidado) dominio del medio, sino más bien una profunda reflexión sobre la ficción cinematográfica que se manifiesta y vive en una diversa dimensión "espiritual" gracias a una forma expresiva magnífica y protegida. Y es tal vez esta "diversa extensión" el elemento místico mas fuerte que desea sugerir la dedicatoria final a Alejandro Jodorowsky.

En "Only God Forgives" los diálogos son reducidos al mínimo necesario. Todo en esta película nos habla, a excepción de sus actores, sobre todo los dos personajes principales. Corre un gran riesgo Winding Refn vaciando las palabras de esta manera, especialmente frente a la considerable calma sobre la cual se desarrolla la trama. Pero no os imaginéis un Ryan Gosling novato driver. En absoluto. Aquí el verdugo no es él, sino más bien Chang, que ejerce tal justicia con una frialdad y una precisión angustiante. Su imperturbable apacibilidad se choca con los extemporaneos y fulminantes destellos de violencia que te dejan atónito. Como una furia que se abate funesta sobre aquellas personas cuyos pecados deben ser corregidos, el inflexible Chang emite y ejecuta sus propias inapelables sentencias contra quienes se ha manchado de alguna culpa. A diferencia de "Drive", sin embargo, tengo que especificar que en "Only God Forgives" la pareja Winding Refn Gosling abandona una porción de su mirada profunda, para abrazar el efecto más grotesco y superficialmente kitsch del mismo guión, que quizá, precisamente por esta razón, afligirá los aficionados de la escritura del director y dejará desilusionados los puristas de su cine. Doblada la esquina, y despojandose imperceptiblemente de su carisma literario, Winding Refn me parece totalmente distante de haber perdido "el toque mágico", y cuando las luces del gimnasio tailandés se apagan lentamente, y las manos apretadas en puños de Ryan Gosling se alzan sobre el fondo perennemente rojo de una escenografía que ya por sí misma se convierte en elegante forma de expresión, toda la agresividad pasiva con la cual está impregnada la película parece cargarse de adrenalina, mientras el único sentimiento que nos atrapa en varias ocasiones es la ansiedan de no poder dejar de retener el aliento.

El de Julian no es más que un recorrido espiritual que tiende a restablecer el equilibrio corrupto por sus propias acciones. Ambiguo, a su vez, por todo el tiempo nos arrastra consigio mismo en esos sueños/visiones de redención, por los que está dispuesto a sacrificarlo todo, a partir de su alma, incluso antes que de su propio cuerpo. El papel de Crystal, cubre exactamente este agujero, humanizando un hijo con quien cultiva una relación veladamente edípica. Se tocan, intercambian miradas lánguidas, pero todo permanece sabiamente oculto bajo una sucesión constante y maliciosa de dicho y no dicho. Basta observar la hilarante y mordaz reacción de Crystal cuando Julian le presenta a su "novia", ni el tiempo para sentarse a la mesa que la pobre desventurada  se ve arrollada por brillantes insultos, bajo los ojos de un Julian de la mirada gélida. Todo esto es parte de la peregrinación que, en "Only God Forgives", se encuentra próxima a su clímax. Nosotros somos catapultados en esa fase terminal cuando, inminentemente, el sendero de Julian nos pone delante a la cumbre de aquel recorrido.

A medida que la historia va finalizando, con esel ritmo intensamente flemático, nos viene revelado el misterio que se esconde detrás de los personajes de Julian y Chang - o más bien, detrás de las respectivas entidades místicas de cada representante. Figuras complementarias en un contexto poblado por perfiles prufandamente esfumados. En este sentido, y no sólo, no podemos dejar de emocionarnos por una fotografía inspirada, que da en el blanco. Deseando limitar el componente sobre el cual me he detenido, noto como tal aspecto técnico consiga trabajar con pericia con esta experiencia técnica para ofrecernos íntegra la ambigüedad de las diferentes máscaras: jugando con las luces artificiales de neón y farolas, una y otra vez los rostros de los distintos personajes, primarios y secundarios, son mostrados en forma bicolor, principalmente mitad rojos y mitad azules. Agudos expedientes que nos lanzan en un contexto teatral, de escenario expresionista. Y es aquí donde Winding Refn extrae lo mejor de sí una vez más. El director danés, podría parcer repetitivo decirlo, el cine lo conoce perfectamente y cada vez más está adquiriendo el dominio del medio, sin el cual resultaría difícil imaginar una película tan potente, a pesar de ser una obra del ritmo lento, a momentos irritante, pero indudablemente lograda.

La última obra de Winding Refn no traiciona las expectativas, agregando otro elemento importante a la ya extensa filmografía del joven director. Una historia brusca como pocas, dura, de una violencia que va mucho más allá de lo inmediatamente visible, insinuandose entre los intersticios psíquicos de aquellos que podrán vivir "Only God Forgives" como lo que es:  es decir una experiencia, oscura y densa de colores que se chocan. Un viaje alucinado pero lúcido, dulce pero cruel, hostil pero cautivador, inquietante pero honesto, sí... sobre todo honesto.


Valoración :  9.5 / 10

 

En dos palabras : Potente thriller a tintas simbólicamente metafísicas, terriblemente coherente con una personalísima trayectoria autoral y a la vez sorprendente por la radicalidad del enfoque, este áspero, visionario testimonio de sincretismo audiovisual - que se puede amar u odiar con la misma  visceralidad, como el último Festival de Cannes ha demostrado- invade la sala con su misterioso vapor y satisface los ojos con su vigorosa corporeidad. No queda más que tratener la respiración. Y sumergirse.

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